Antidisturbios frente a las Fuerzas del Caos: su organización, la guerrilla urbana, “matar a policías”.

El pasado fin de semana han sido numerosos los vídeos de los disturbios de Barcelona y la mayoría no merecen comentario. Sin embargo, hay uno, publicado en este mismo medio que merece ser comentado porque ejecuta lo que llamábamos “dinámicas de concentración y dispersión” en nuestro artículo de noviembre de 2019 sobre cómo combatir a los CDR.

La táctica es también low-cost, permite poner orden en el caos, evolucionar de la anarquía hacia la anarquía organizada, y desescalar hacia el desorden para acabar restaurando el orden roto por los agentes del caos. Desde 2019 hemos continuado desarrollando el concepto de la Insurgencia Low-Cost con una nueva publicación en la XII jornadas de estudios de seguridad del Instituto Universitario Gutiérrez Mellado disponible pinchando sobre esta línea.

¿Qué son las Fuerzas del Caos? Exactamente lo contrario a las Fuerzas del Orden y no por otro motivo, reconocen a los agentes del orden como sus enemigos naturales. En el caso de Barcelona se trata de un conglomerado de grupos más que de una organización, aunque todos ellos se asocien bajo una idea tan ambivalente como el “antifascismo”, tal concepto les permite blanquear su verdadera naturaleza como en el caso de los comunistas, a quienes afiliarse al movimiento antifascista, les permite maquillar su vieja doctrina para captar participantes en busca de algo nuevo y de una causa justa. El “antifascismo” no deja de ser una pirueta mental.

Estos grupos no necesariamente comparten motivaciones, pero sus intereses son complementarios y se unen por los agentes del orden como enemigo común, pues la Policía es la última barrera que les impide organizar la anarquía a través del terror como paso previo a imponer su orden totalitario.

Para entender su organización podemos recordar a la mafia Italiana, formada por clanes familiares, al islamismo radical, formado por individuos y grupos religiosos e insurgentes, y los movimientos neonazis aceleracionistas, formados por individuos y grupos identitarios. En todo caso existen la búsqueda de un refugio identitario (1) la auto radicalización (2) y la integración en grupos y células de referencia (3), la afiliación a una causa superior identificada por un enemigo común (4). El producto final es un fiel reflejo de los “cachorros” de ETA.

Concentración y dispersión. Observando los vídeos, se pueden observar que los agentes del caos actúan como perfiles violentos infiltrados entre manifestantes mientras los convocados están concentrados, a mayor convocatoria, más oportunidades. Tal concentración la aprovechan para pasar desapercibidos porque más que ser violentos, usan la violencia de manera estratégica llegado el momento. Quien busque a violentos es posible que no los encuentre.

En las etapas de concentración los agentes del caos no se comportan de manera llamativa, pero se puede identificar sus intenciones por la equipación que llevan a menudo en una mochila, botiquín, máscara para el gas, gafas de natación, ropa oscura con capucha, mechero, aceleradores del fuego como pastillas para barbacoa, alcohol, gasolina, pastillas de freno con ferodo, guantes tácticos para usar elementos incendiarios, paraguas para defenderse del lanzamiento de pelotas en primera línea, herramientas para desmontar el pavimento, y transformarlo en piedras, etc. ¿Pueden registrarse mochilas en la etapa que se está formando la concentración e incautar mecheros o cualesquiera de los elementos anteriores? Eso debe quedar a la discreción de los responsables policiales, pero permitiría tener identificaciones positivas para seguir investigando durante mucho tiempo y la LO 4/2015 lo permite.

Las etapas de dispersión son diferentes, en ellas, normalmente antes y después de la concentración, los agentes del caos se separan del resto de participantes, operan en células dispersas de manera sincronizada en el tiempo, partiendo de que muchas operaciones lanzadas al mismo tiempo tienen más probabilidades de éxito sobre un escenario lo más amplio posible e incluso sobre escenarios alejados del centro de la ciudad. Tal sería el caso de atacar objetivos estratégicos como comisarías de Policía en la periferia, aprovechando que los recursos policiales están concentrados en el centro, como menciona el siguiente artículo del Confidencial cuando habla del Manual Táctico de la Nueva Internacional Negra y su aplicación en el terreno.

Lo anterior no es nuevo, pero cabe recordarlo porque demuestra que los agentes del caos también planifican sus operaciones desde una óptica espaciotemporal, y aplican la lógica de la dispersión y la concentración tanto en el tiempo como en el territorio.

Teniendo claro que las operaciones de insurgencia son sincronizadas en un plazo de tiempo establecido y fuera del núcleo de la manifestación, se entiende que no es eficaz dispersar a los que ya se encuentran dispersos quemando contenedores o saqueando comercios. Lo inteligente para controlar un flujo de personas disperso es concentrarlos como hicieron los Mossos d´Esquadra en la calle Mayor de Gracia, de modo que los “chicos de las capuchas” se vean obligados a transformarse de “chicos de las sonrisas”. Además de los callejones, la ciudad ofrece otros cuellos de botella para concentrar a insurgentes, como son las bocas del metro abiertas solo en una entrada, pero sin servicio de trenes para evitar la huida, portales abiertos o locales cuya entrada ya han forzado y de los que no podrán salir sin pasar por un filtro en que podrán ser identificados o detenidos. Concentrarlos está funcionando, porque de hecho lo manifiestan en los canales antifascistas de Telegram con quejas como: “continúan las identificaciones en callejones”.

Al igual que los filtros de pasajeros en un aeropuerto, los filtros en orden público permiten conducir flujos de personas, elegir quiénes continúan en una primera línea y quienes se quedan para ser identificados en una segunda línea por ser de interés policial de acuerdo con los indicadores estratégicos establecidos para la ocasión. La dinámicas de concentración en flujos humanos, sirva como analogía, también funcionan cada vez que llega una patera a Canarias, cuando en lugar de usar la fuerza para obligarlos a dispersarse por la isla, se los mantiene juntos y se los traslada a un centro de identificación y registro de extranjeros.

Sobre los “elegidos” que pasen a una segunda línea, como decíamos en nuestro artículo sobre Policía Low-Cost en el Campo de Gibraltar, caben medidas plenamente legales y poco extendidas en el orden público, como la incautación de dispositivos electrónicos para su análisis forense que permita la recolección de evidencias digitales, o recoger evidencias que los vinculen a sus actos, por ejemplo la toma de muestras de sus manos y ropa para determinar si han estado en contacto con algún producto iniciador del fuego que se ha identificado en los incendios de contenedores, también pueden tener restos de grasa de una persiana o heridas recientes causadas por la rotura de cristales o el uso de algún objeto para hacer fuerza.

En Una Policía Para el Siglo XXI defendemos que las decisiones las han de tomar quienes asumen los costes y no quienes pretenden beneficiarse de ellas, la fuerza empieza donde acaba la burocracia y los policías solucionan lo que no pueden arreglar los oficinistas. El orden público no cumple con su propósito cuando se decide desde un despacho escalar el uso de la fuerza para dispersar a los que ya están dispersos, ni cuando se prohíbe usar la fuerza para repeler una agresión ilegítima.

Si España tiene la mejor Policía antidisturbios, es porque los Agentes del Orden saben que el uso de la fuerza tiene como objetivo desescalar la violencia, recoger evidencias para presentarlas ante la Justicia, y no ser parte del reality-show de los Agentes del Caos.

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