CON ALEVOSÍA Y TURNICIDAD

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El otro día acudí a consulta médica y, por lo bajo, como quien se sabe culpable de algo ilegal, le pedí con urgencia a mi médico drogas duras y en abundancia, tanto para dormir como para no hacerlo, le dije, que estoy que no aguanto el turno. Vivo de noche, duermo de día. No hay domingos, tampoco lunes.

El galeno, que me conoce de hace tiempo, muy correcto él, me preguntó que desde cuándo desempeño mi trabajo a turnos. Convencida de la gravedad del asunto, respondí que desde hacía unas semanas. Se echó a reír, su respuesta fue tajante: no te voy a recetar nada de eso, porque te aprecio lo suficiente. Lo entendí rápido: no dormir es malo, la pastilla mágica peor. Tras la charla moral de adaptación y aceptación, de respetar horarios de vigilia-sueño y demás, salí de la consulta peor de lo que entré, sintiendo culpabilidad por mi precipitación y por un momento, casi me lo creo: necesitas adaptarte, tal vez unos meses, un año. No. Es mentira. Nadie se adapta, nada mejora. Así me lo dice quien lleva 8, 10 o 15 años en un trabajo a turnos.

Las consecuencias de trabajar a turnos afectan al plano físico, mental y socio-familiar. Siempre son negativas y numerosos estudios en diferentes países a lo largo de varios momentos temporales han demostrado su impacto negativo en la salud humana.

En el plano más elemental, el físico, es habitual la desorganización del ritmo circadiano de sueño-vigilia, ya que durante el día nuestros parámetros biológicos tienen unas constantes vitales de temperatura, frecuencia cardiaca y consumo de oxígeno diferentes a las de la noche y en el trabajador a turnos se produce una desincronización de su ritmo biológico que se traduce en una mayor predisposición al síndrome del trabajador nocturno. Este síndrome produce varios tipos de estrés:

Hablamos de estrés neuroendocrino, ya que los trabajadores por turnos sufren aumentos agudos de las hormonas relacionadas con el estrés y de la actividad simpática, estrés cardio-metabólico, porque disminuye la tolerancia a la glucosa y la sensibilidad a la insulina, alterando el equilibrio energético que por ejemplo facilita comer en la fase circadiana inconveniente, lo que se relaciona con aumento de la resistencia a la insulina, mayor prevalencia de hipertensión y mayor riesgo de aterosclerosis, incluso antes de los 40 años, alteración del funcionamiento inmunitario debido a que la pérdida de sueño que favorece la reactividad de los linfocitos T aumentando los marcadores inflamatorios, al igual que actúa cualquier otro estresante crónico, estrés celular, porque se produce un aumento del estrés oxidativo ya que los marcadores oxidantes aumentan y los antioxidantes disminuyen, además los trastornos digestivos son habituales, con tendencia a la úlcera gastrointestinal y perturbaciones del apetito. Por si fuera poco, se ha hallado evidencia científica en la relación entre trabajo por turnos y diabetes tipo 2, aumento de peso, enfermedad coronaria y cáncer.

En el plano mental, la afectación más grave se relaciona con deficiencias cognitivas que afectan a algo tan básico como la desorientación temporal, o cómo el funcionamiento cognitivo se deteriora durante los períodos de vigilia prolongada y tras la restricción aguda del sueño afectando a la atención sostenida, indispensable, por ejemplo, en el trabajo de un Zeta en turno de nochecon incidencia negativa para el desarrollo de tareas complejas y reducción considerable de la velocidad de procesamiento y de respuesta al estímulo, lo que afecta de forma directa a cualquier intervención policial, reduciendo las probabilidades de éxito de forma notable.

En el plano socio-familiar, las dificultades añadidas del trabajo a turnos a la conciliación familiar y el desajuste de horarios con los demás miembros de la familia nuclear, crea una situación de estrés psicosocial que desemboca en conflictos que conducen al desequilibrio entre el trabajo y la vida personal, que a su vez se asocian con mala salud subjetiva e inestabilidad emocional.

Los datos nos ofrecen información contundente, dónde sólo cabe hacerse una pregunta ¿De verdad es necesario el turno, o forma parte de la tortura impuesta a los castigados de seguridad ciudadana? Soluciones hay muchas, intención de solucionar es lo que debemos buscar.

En una policía para el siglo XXI llevamos tiempo proponiendo una política de RRHH que tenga en cuenta la individualidad de cada funcionario, un aspecto esencial para poder saber por qué algunas personas son más resilientes y toleran bien el trabajo a turnos, mientras que otras no, factor que enlaza con otra propuesta de nuestra asociación, ya que desde una policía para el siglo XXI pedimos que los funcionarios de una edad de 50 años o más no trabajen en turnos rotatorios, porque son los trabajadores más vulnerables a los trastornos que provoca la turnicidad, por ejemplo, el envejecimiento prematuro y los trastornos del sueño se agravan, especialmente cuando la antigüedad en el turno es de más de 10 años. Algunos estudios al respecto, desaconsejan el trabajo a turnos y lo consideran todavía peor que mantener siempre el horario nocturno, amparándose en que un trabajador que tenga un turno fijo de noche puede organizar su vida de acuerdo a este ciclo artificial y, aunque no sea aconsejable, hay personas que tienen una mayor tolerancia física a la actividad nocturna.

Isabel Sobrino Vaz. Policía Nacional. Licenciada en Psicología clínica. Máster en Psicología General Sanitaria. Especialista en primeros auxilios psicológicos ante situaciones críticas. Miembro de la Junta Directiva de Una Policía Para El Siglo XXI.

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